SEÑOR PERDONA LOS PECADORES...

 

Martes de Pasión, Sevilla 2006.

 

Me había trasladado a la ciudad hispalense, invitado por mi buen amigo José Luis Rosal, con el fin de conocer algo de la Semana Santa de Sevilla.

 

En primer lugar nos dirigimos al Parque de María Luisa, en las inmediaciones de la Plaza de España. Allí tuve mi primera impresión de la Semana Santa sevillana: muchos nazarenos, pasos impresionantes, buenas bandas de música y un público respetuoso con la contemplación de la procesión.

 

A continuación, nos trasladamos a la catedral atravesando los jardines de Murillo y el barrio de Santa Cruz. Allí contemplamos la salida de un paso que representaba a un Cristo Crucificado. En el momento más solemne, la banda de música interpretó la marcha y me llamó la atención el silencio tan extremo que reinaba en todos los aledaños de la Catedral.

 

Continuamos nuestro recorrido por las calles estrechas cerca de la plaza San Francisco hasta que desembocamos en una plazoleta donde había un palacio que, por lo visto, era de los Duques de Feria. Ni qué decir tiene que el cansancio había hecho mella en nuestros cuerpos, nos reclinamos sobre el muro de una iglesia y mientras transcurría la procesión, me pareció escuchar un canto melodioso que me era bastante conocido. Me dirigí a mi mujer que estaba a mi lado y le dije: “Mary, mira si estoy cansao que me parece que estoy escuchando las coplas de nuestro Cristo”. Mi mujer se me quedó mirando y prestando atención me respondió: “Yo también tengo que estarlo, porque también las estoy escuchando “.

 

Aquí se produjo la sorpresa más agradable de aquella noche de pasión: las voces procedían de la reja de un convento y la melodía era interpretada por un coro de voces angelicales que cantaban las coplas del amanecer de nuestro Viernes Santo.

 

Ni qué decir tiene que, inmediatamente que pasó la procesión, me aproximé al lugar de donde salían las voces y pude ver que correspondían a un grupo de hermanas franciscanas. “Hermana -pregunté a una de las monjitas que estaba tras la reja- la coplas que ustedes han interpretado, ¿de dónde son originarias?”. La monja, sonriéndome, me respondió: “estas coplas las compuso un hermano franciscano hace muchísimos años y nosotras las interpretamos siempre que por la puerta de nuestro convento pasa algún paso”.

 

Mirando en mi cartera saqué una estampa del besapié de Ntro. Cristo, que detrás tenía las coplas de nuestra cofradía, y se la dí a la monjita diciéndole: “Hermana, esta estampa es de NTRO. PADRE JESUS DE HUMILDAD Y PACIENCIA de Cabra y los motetes que ustedes han interpretado los cantamos en el via crucis durante la procesión de nuestra imagen en la madrugada del Viernes Santo.”

 

De regreso a casa, por supuesto que ya no me dolía nada, el cansancio había desaparecido por completo. Entonces reflexioné, las coplas de Nuestro Cristo, ¿pudieron venir de los hermanos franciscanos que en Misión vinieron a Cabra alrededor de finales de los años 50 y que algunos hermanos de la cofradía las incorporaran a nuestra procesión?

 

Esperando que el relato os haya servido para conocer algo más las cosas de nuestra cofradía, recibid todos un abrazo cofrade de vuestro hermano Manolo.

 

Manuel González Lama