VIVENCIA DE UN VIERNES SANTO

 

 

5.15 AM. Suena el despertador después de haber dormido poco. Un Viernes Santo cualquiera, ¿llueve o no llueve? Nervios. Llamo a mi mujer y me ayuda a ponerme la túnica y darme los últimos retoques, que no se olvide nada. 5.30 AM, llega mi suegro, mi cuñada y mi sobrino. Mi mujer y mi niña van a la iglesia un poco más tarde, a la salida.

5.40 AM. Ya en la casa de hermandad, cafelito, copita y magdalena, como manda la tradición. Se respira buen ambiente. 6.00 AM. Ensayo de motetes y desfile para la iglesia. 6.25 AM. En la iglesia de Santo Domingo, nos colocamos por orden de antigüedad y comienzan el gusanillo y los nervios al mirar de reojo a Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia. Rezo del Padre Nuestro. 6.30 AM. Salimos a la calle, donde el recogimiento y la emoción contenida llena a los hermanos dando comienzo a una nueva estación de penitencia. La calle prácticamente sola, para ÉL y nosotros. En la lejanía, desde mi posición, se escuchan las notas de la banda de música que rompen el silencio de la madrugada. Se suceden las estaciones y rezos con meditación profunda. Los motetes. El frío se hace muy intenso al amanecer, por el Ayuntamiento. Al llegar a la calle Cervantes , levantá en honor a un hermano, suena la Madrugá .

 

Ya es de día y llegamos a la calle Priego, donde Cabra despierta para rezar al Señor de los molineros. Ya falta poco pero, el frío pasado y el sueño, van haciendo mella en los niños que ya están cansados pero aguantan con entereza agradeciendo esos tímidos rayos de sol.

 

Llegamos a la puerta de la iglesia y es ahora, al pasar nuestro Señor entre nosotros, cuando puedo admirarlo de cerca y apreciar el precioso trabajo de los costaleros. Comienzan los últimos rezos y las últimas marchas. Un intenso olor a incienso, nudo en la garganta. Y me despido de Ti hasta el próximo año, esperando que nuestra fe nos vuelva a traer aquí de nuevo y repetir esta experiencia profunda que nos llena de esperanza y fortalece nuestras creencias, con la intención firme de vivir nuestra fe en el día a día y transmitirla a los demás.

 

Gracias Señor, por haberme dado un año más, la oportunidad de vivir otra madrugada de Viernes Santo junto a Ti.

 

 

Un Hermano