Don Rafael Luna Canela nace el 26 de abril de 1940, en los Grupos Escolares Nuestra Sra. de la Sierra.

 

Sus primeros recuerdos vienen de la mano de su padre Antonio, cuando junto a él se acercaba a la calle la Plaza para ver al Cristo de los Molineros, tras tomar una copita en la taberna de Frasquito Alcántara. Era entonces cuando su padre le recordaba cuánta Humildad y cuánta Paciencia había que tener para aguantarnos los unos a los otros. Desde el primer momento Rafael quiso participar de aquella procesión y así sería cuando a la edad de 11 años y por mediación de Carmela y Zoilo, sale por primera vez como capuchón.

 

Por aquel entonces, participaban en la estación de penitencia unos 50 nazarenos que vestían túnica completamente blanca que sería sustituida por las actuales con escapulario y bocamanga roja allá por la segunda mitad de los años 50. El cortejo lo completaban los escribas y fariseos, judíos (que portaban el paso) y los dengues, figura típica de la Semana Santa egabrense que, ataviada de blanco y amarillo, iba organizando el cortejo. En la procesión de aquellos años, tal y como se hace actualmente, se escuchaban rezos y cantos acompañados de los sones de la banda de música.

 

Antes de iniciar la procesión, desde la desaparecida iglesia de la Aurora donde la imagen de Jesús de Humildad y Paciencia se encontraba en una hornacina situada en el lateral derecho de la misma, los hermanos se reunían en la casa del hermano Manuel Mesa para tomar dulces típicos junto a una copa de aguardiente, tradición ésta que ha llegado hasta nuestros días aunque en distintos escenarios. El recorrido de la procesión, a pesar de no ser todos los años el mismo, incluía las distintas panaderías de Cabra y llegaba hasta los arcos de la antigua calle Baena, para tomar una copa en el molino de la familia González y, posteriormente, seguir con la procesión por las calle Tejar, Córdoba, Pedro Gómez, Mires..., llegando hasta la última panadería situada en el camino Lucena.

 

En aquellos años, los costos de la procesión se sufragaban por unos pocos hermanos de la Cofradía y ya por entonces se destinaba parte del dinero a preparar bolsas de comida que se repartían entre las familias más necesitadas, familias que se conocían perfectamente gracias al “ojo clínico” de Carmela Peña.

 

Nos recuerda el hermano Rafael que la época de mayor esplendor de la Cofradía fue con Zoilo González Lara, al cual recuerda con mucho cariño y del cual nos dice que aunque tenía mucha soberbia porque le gustaban las cosas bien hechas, era “un tío muy apañao”.

 

Cuando le preguntamos sobre su mejor momento en la Hermandad, nos responde sin dudar que fue cuando su hijo Nicolás salió por primera vez como monaguillo en la procesión. Igualmente, es para él una enorme satisfacción ver cómo en la actualidad sus hijos y nietos siguen participando y dando continuación a la Cofradía que él conoció en su niñez.

 

Como anécdota, nos comenta los años que ha portado la cruz de guía y cómo uno de los años, al llegar el Viernes Santo para recogerla, le dijeron que un penitente había pedido la cruz y quería llevarla. Al descubrir que el hermano era Manolo Buil, le comentó: “Hermano aquí la tienes y a tu vera estoy yo con el farol. Cuando te canses aquí estoy yo para relevarte”.

 

El hermano Rafael nos dice con gran alegría que cuando las esquinas de la calle están llenas será por algo, más si cabe a la hora de siempre y sin modas. Y es que, según nos cuenta, nuestro “Santo” es diferente y le hace imposible a uno quedarse en casa.

 

Finalmente, y como consejo para nuestra día a día, sentado a los pies de la imagen de su amado Cristo, nos recuerda que junto a la humildad que a él su padre desde niño le enseñó, en la vida siempre hay que tener “FE, ESPERANZA Y CARIDAD”.