A pesar de ser católica, nunca he sido especialmente "semanasantera". El mundo de las cofradías me resultaba completamente ajeno y jamás llamó mi atención ser hermana de ninguna de ellas. Mi participación activa en la Semana Santa se limitó a salir de capuchón en el Preso cuando era una niña. Y hace dos años, quise probar la experiencia de, ataviada con una preciosa mantilla, acompañar a la Virgen de la Soledad la mañana del Sábado de Gloria.

 

Hace casi un año me hice hermana de la cofradía de Nuestro Padre Jesús de Humildad y Paciencia. Mi intención era colaborar, aunque sólo fuese económicamente, con un grupo de gente joven y comprometida, ilusionados con el proyecto de sacar adelante la cofradía, renovándola en todos los aspectos. Cuando este verano Juan Navas, nuestro hermano mayor, me propuso formar parte de su nueva Junta directiva, no me pude negar. Ahora me veo inmersa en un mundo desconocido en el que ando muy perdida, pero trato de adaptarme con humildad y paciencia.

 

No siento una devoción especial por nuestro titular, ni por ninguna otra imagen de las que desfilan por las calles de Cabra en la Semana Mayor. Respeto profundamente a las personas que tienen un acentuado fervor hacia una u otra representación de Nuestro Señor o Nuestra Madre. Es más, no me gusta en lo que se ha convertido la Semana Santa egabrense.

 

Después de leer esto se preguntarán ustedes qué pinto yo aquí... Pues les diré que ni yo misma estoy segura, solo que espero cumplir correctamente mi cometido y poner mi granito de arena para que una preciosa tradición como es la Semana Santa no se desvirtúe y no pierda su verdadero significado: sacar a la calle escenas de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo para que recordemos la esencia de nuestra fe.

 

 

 

Mª Luisa Moreno Hernández